jueves, noviembre 04, 2010

Me llamaste Federico.

Esta es la frase con la cual Kiko, el personaje del chavo del 8, se da cuenta que su mamá está enojado con él y que lo que viene, lo más probable, sea un castigo. Es conocido y nombrado por todos como Kiko, por lo tanto, que su mamá le diga Federico, indica que algo no anda como de costumbre. Esta situación pasa más a menudo, de lo que uno puede creer. Yo estoy en proceso de acostumbrarme.

En relación a como nos nombran o nos llaman, es como nos preparamos (anticipamos) para lo que viene, es una especie de prólogo. Pero, existen variedades que tienen relación principalmente con o pedirte un favor o recriminarte.

Pondré el mismo ejemplo de Federico a quien comúnmente lo nombran por Kiko.

Cuando a uno le quieren pedir un favor, sea cual sea, por lo general lo nombran con un diminutivo y de manera sospechosamente cariñosa, por ejemplo, si a uno le dicen Kikito lindo… lo que viene inmediatamente es una petición para que uno realice un favor “Kikito lindo, puedes ir a comprarme tal cosa por favor”. Como uno puede adelantarse al hecho, la técnica sería, si lo nombran con diminutivo, “contraatacar” y de la nada responder “no puedo” o con más personalidad, decir directamente “no quiero”. Yo, al igual como cuando una mujer regia te pide pasar primero en la fila, lo siento como una especie de chantaje inconsciente, como que si a uno le pudieran comprar la voluntad con dicho diminutivo y epítetos positivos.

Ahora bien, cuando a uno lo quieren recriminar por alguna situación o demostrar el enojo que uno ha provocado, la cosa cambia, y por lo general a uno lo nombran por el nombre que aparece en el registro civil, en desmedro del nombre por el cual lo llaman en el diario vivir; por ejemplo, si a uno le dicen Federico… uno debe dar por sabido que lo que viene es una recriminación o un reto, por lo cual hay que prepararse mentalmente para dicha situación e incluso anteponerse con frases hechas como “no, ahora no” o “hablemos mejor en otro momento”.

Evidentemente, todo esto fracasa si es que a uno lo enfrentan siempre de la misma manera y por ende, pierde la capacidad de anticiparse a los hechos, asumiendo la consecuencia de haber sido “calzado”. Para esto, mayor solución no existe que poner la mejor cara y asumir.