domingo, octubre 24, 2010

Golborne, Sougarret y Barra (tres de verdad).

Con esto del rescate de los mineros, gran parte del país se conmocionó; sufrió, lloró, se alegró (lo vivió) y digo gran parte porque me llamó la atención escuchar varios comentarios (de los que pude imaginar) que no querían saber nada de los mineros, que le ponían mucho color y todo ese tipo de cosas.

Por cierto en el rescate, participaron muchas personas, en un primer momento, en las máquinas de sondaje, luego en las perforadoras, los que construyeron las cápsulas, los carabineros, los que organizaban el campamento, los rescatistas y un largo etcétera, pero como es habitual y hasta cierto punto lógico, las caras visibles son los “poderosos”.

Por lo general uno tiene la sensación y la percepción que las autoridades o los “jefes” son distantes, fríos, calculadores, pendientes de sacar provecho de las situaciones y preocupados principalmente de sus propios beneficios, ya sean personales, políticos, económicos o una mezcla de todos; sin embargo, luego de la tragedia de los mineros, ha quedado claro que no todos son así. Pero acá también quiero hacer una pausa, los tres que menciono, no son políticos típicos, no son de raza como diría Onofre Jarpa, por lo tanto ya tienen diferencias.

Golborne, ministro de Minería, un ministerio que no es muy popular y por ende habitualmente pasa desapercibido, salvo excepciones como el royalty. Él, por su parte, por la gran masa tampoco era conocido, ser (haber sido) gerente general de Cencosud no lo hace popular; por lo único que pudo ser mínimamente conocido, es por haberse reído en una conferencia de prensa de la concertación, donde diplomáticamente lo subieron y lo dejaron caer, ridiculizándolo como a un alumno frente a sus compañeros (justo o no, otros lo juzgaran), también se pudo haber hecho conocido por pedir vacaciones (permiso sin goce de sueldo) para ir una semana al Mundial. La fama, le llegó prácticamente de rebote y como consecuencia de una tragedia, se hizo cargo políticamente del problema, se ganó la confianza de los familiares de los mineros y por ende el cariño de la gente en general.

Sougarret, ninguna posibilidad de ser conocido por la gran masa, pues el puesto de Gerente de Minas de CODELCO, no lo hace en lo absoluto popular, salvo que haya cometido algún desfalco o algo por el estilo. Fue el que se hizo cargo de la parte operativa (ejecución) del rescate, sin duda, ahora volverá su vida a la normalidad rápidamente, pero siempre quedará en la memoria que fue el jefe de los “rescatistas”.

Barra, tampoco era conocido, si bien podía aparecer en los diarios por ser asesor del ministerio del Interior, no gozaba de ningún tipo de popularidad; quizá ahora tampoco lo haga en la gran masa, al igual que Sougarret, sus trabajos en el rescate no eran mediáticos, pero en las familias y especialmente en los mineros, evidentemente siempre los recordaran.

Podría hablar de todas aquellas personas que “son de verdad”, quizá orientándolo a los rescatistas, que con valentía bajaron (desafiando la muerte) para ejecutar el rescate, o de todos los que colaboraron de una u otra manera en la superficie, pero el homenaje y el reconocimiento (como mencioné al principio), se canaliza a través de los “grandes”.

¿Por qué digo que estas tres personas son de verdad? Porque claramente se apreció que se involucraron más allá que porque sea su trabajo con el rescate, se involucraron como personas, mojaron la camiseta por gente que ni conocían. Ellos, fueron la cara visible de las personas que estuvieron para la salida de cada uno de los 33 mineros, más de 40 horas sin dormir, por cada minero que salía, la sensación de estar cumpliendo una misión se reflejaba en sus caras. Si no lloraron a destajo, al menos sus ojos se llenaron de lágrimas, demostrando las emociones contenidas durante tanto tiempo, crearon ciertos lazos, lo que se manifestó en el afecto que recibieron por parte de cada minero que llegaba a la superficie.

Eso es lo que falta en Chile, más gente así, que se mojen la camiseta, que se la jueguen a concho, que manifiesten las emociones, pero que principalmente, hagan las cosas bien.

viernes, octubre 15, 2010

Morir arrancando

En general, para conformarse, uno usa el terremoto como lección de vida, como un hecho que sirvió para aprender cosas. Cuestión que yo no estoy muy de acuerdo. El tema es que uno reflexiona a partir de su propia experiencia y de las experiencias cercanas a las cuales ha tenido acceso y en base a eso se arma una opinión y un eventual “modus operandi” para situaciones futuras, algo así como un plan de contingencia.

Casos deben haber muchos, pero de mis cercanos no he escuchado a alguien que por quedarse quieto en el lugar donde los pilló el terremoto, se salvaron, mientras todos los que arrancaron murieron o se accidentaron. Sin embargo, si he escuchado varios casos de quienes por arrancar “se salvaron”. Ejemplos:

Una tía, que siempre contaba que ella no le tenía miedo a los temblores, porque vivió el terremoto del 85 en un piso 15 de un edificio, situación por la cual, les perdió el miedo; no obstante, para este terremoto del 2010, ella por primera vez, desde el 85, arrancó (cuando aún no agarraba vuelito y se desataba como terremoto)y que de no haberlo hecho, el cuadro que estaba sobre su cabeza en el dormitorio, le hubiese caído encima y pese a que quizá no la hubiese matado si hubiese quedado accidentada.

El caso más impactante, que me contó uno de los protagonistas, fue en una familia de cuatro personas, de los cuales, el papá, la hija y el hijo (quien me contó la historia) arrancaron, saliendo de la casa, mientras que la mamá se quedó acostada, rezando y encomendándose a Dios. En un momento, y por diversas circunstancias, la casa se cayó, por supuesto encima de la mamá. Tuvieron que rescatarla con motosierra. Afortunadamente no le pasó nada, salvo el susto y uno que otro moretón; pero eso no hubiese sucedido si ella hubiese arrancado.

El caso del edificio que cayó en Concepción; encontraron el cuerpo de una persona que vivía en el sexto piso, en lo que era el primer piso, eso quiere decir que él venía arrancando, y que no alcanzó a salir, si no hubiese arrancado, hubiese muerto igual, salvo algún milagro, si hubiese vivido en el segundo piso y hubiese arrancado, quizá hubiese alcanzado a salir y por ende estaría eventualmente vivo; en este caso claramente, queda en evidencia que el arrancar, al menos le daba la opción (de vivir).

Por último, mi caso; arranqué, si bien mi edificio no se cayó, quedó inhabitable con daños de diversa consideración; cuando logramos subir, ya con más calma (o no tanta quizá, debido a las constantes réplicas) vi en la cabecera de mi cama un bloque de cemento que había caído de la muralla donde estaba la ventana; lógico, si me hubiese quedado ahí, quizá no hubiese muerto, pero al menos hubiese quedado herido.

Considerando todo lo anterior, yo he decidido, tomarles importancia a los temblores por pequeños que sean y ponerme alerta; si continúa y aumenta su intensidad, simplemente arrancar, prefiero morir arrancando (con la sensación que intenté salvarme) pese a que si me hubiese quedado quieto no me hubiese pasado nada (cosa que no sabré), antes que quedarme quieto y en el momento del desastre (eventual derrumbe) tener la sensación de no haber arrancado e intentado salvarme (cosa que tampoco sabré).

miércoles, octubre 06, 2010

Encontrar trabajo v/s ganar plata.

Hasta hace poco no se pasaba por mi mente esta disyuntiva, no discernía si es que lo que quería realmente era encontrar trabajo o ganar plata; pero el hecho de estar desocupado (buscando trabajo o queriendo ganar plata) me hizo encontrar una especie de respuesta.

Antes me cargaba que me preguntaran si ya había salido o no, pues mi respuesta que ya sabía de memoria era siempre similar “no estoy haciendo la tesis, estamos avanzando de a poco”. Ahora la pregunta es si estoy trabajando o no y mi respuesta sigue siendo algo casi de memoria “no, está difícil la cosa, ahí ando buscando”. Pero, cuando la pregunta es abierta, la respuesta, al menos este último tiempo, se me ha hecho difícil de responder. Cuando me preguntan donde quiero trabajar, es complicado decir, “me da lo mismo, sólo quiero ganar plata”.

Tengo la impresión que decir, “lo único que quiero es tener trabajo” es una especie de eufemismo, ya que la realidad sería “sólo quiero ganar plata”. El tema es que es mal visto o escuchado en este caso decir, lo único que quiero es ganar plata. A uno lo consideran una persona fría, calculadora, arribista, interesado y todos esos epítetos que no embellecen para nada una descripción personal.

A modo de argumentación de mi hipótesis, invito a hacer el siguiente ejercicio; quienes no estamos trabajando, si realmente quisiéramos trabajar es cosa de ir a cualquier lugar y decir “sabe, yo lo único que quiero es trabajar, puedo atender en su negocio” “puedo lavar los platos de un restaurant, puedo ser mozo, puedo ser bombero (de bencinera), puedo atender en una farmacia, puedo barrer las calles, puedo hacer el aseo en las casas, puedo lavar autos, puedo ser mecánico, puedo ser vendedor de seguros, puedo ser acomodador de buses, puedo ser colectivero, puedo ser chofer de locomoción colectiva, puedo ser muchas cosas, pues lo único que quiero es trabajar”. Pese a lo anterior, la contra argumentación seguiría no reconociendo el tema del dinero, y dirían “no estudié lo que estudié para trabajar en cualquier cosa”. ¿Por qué nó, si lo que quieres es trabajar? Sí, pero no en cualquier cosa (lo entiendo, yo tampoco lo haría salvo excepciones). Entonces el argumento es, si realmente sólo te interesa trabajar, anda a ofrecer tus servicios como profesional “ad honorem”, es raro que no te dejen trabajar en un lugar si te ofreces “ad honorem”. La contra argumentación sería “¿y de qué vivo?”. No lo sé, ¿lo que te importa no es trabajar? Bueno, como ahora ya reconoces que para vivir necesitas dinero y no trabajarías “ad honorem”, hazlo por lo mínimo. Lo dudo. Entonces, finalmente, claro, queremos tener trabajo, pero para ganar el suficiente dinero para cubrir lo que nosotros consideramos nuestras propias “necesidades” y “gustitos”.

Ahora, en relación a los viejos estandartes que ya pasaron por la incertidumbre de buscar trabajo y que ahora rasgan vestiduras con la vocación con el servicio público, con los intereses de los demás primero (pacientes en el caso de la salud) y luego la nuestra, los invito a hacer el ejercicio, si tanto juzgan a los que queremos ganar dinero, dennos a nosotros vuestros sueldos pues ustedes no lo consideran importante, o dónenlo a instituciones de benficencia, mal que mal pregonan que el dinero no es lo importante, ¡hagan su trabajo gratis! Y ahí hablamos si es importante o no. Sea bueno o sea malo, es necesario, ni siquiera para vivir, sino para sobrevivir, quien reniegue de eso, lo invito a cortar todas sus fuentes de suministro.

Se que hay trabajos en cuyas entrevistas al hacerles la pregunta, por qué quieres trabajar acá, la mejor respuesta es “porque me gusta el dinero”, es en trabajos en que se gana por comisión, donde al responder eso, se sobreentiende que esa persona por ganar más, se esforzará más, trabajará más y todo lo que eso involucra; sin embargo, en otros trabajos, decir “porque me gusta el dinero” es un suicidio, porque se toma como un mercenario, atribuyéndole a la palabra una mala connotación, siendo que su significado es “Que percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios”. Algo justo.

Si viviéramos en la época del trueque, este tema no existiría, y quizá sería todo mejor, pero vivimos en esta época y hay que tratar de adaptarse de la mejor manera. Lo único que quiero es transparentar las cosas y que no nos hagamos los lesos. Las cosas como son.