domingo, noviembre 19, 2006

Visita a la peluquería


Hace días me viene dando vueltas en la cabeza, la idea de cortarme el pelo, ya empieza a desesperarme, más que su largo, es la forma que ha tomado mi cabeza, la que me desespera; cada día, se hace más redonda, su amplitud por si sola es suficiente, una mala forma de corte de pelo, la hace peor.

En mis días de máxima irritabilidad, cuando la desesperación se apodera de mi, mis deseos más recurrentes son pelarme al cero, afeitarme, y caminar desnudo en un lugar solitario, es decir, despojarme del ser que no se atreve a enfrentar su realidad; quizá, esa sea mi forma de enfrentar la realidad.

Pese a que las peluquerías pululan en el centro de la ciudad, me corto el pelo con un peluquero al que voy hace ya varios años; porque como dice mi madre, “los peluqueros son como los sastres, ya te conocen”; se supone que este me conoce, y que su actuar se asemejará a mis peticiones. Siempre he pretendido cambiar de peluquero, no porque no me guste el que tengo, sino porque siento que sería bueno, probar por otros lados, pero el temor se apodera de mi, al pensar que si me cambio, me van a dejar la cagada en la cabeza. Gracias a la naturaleza, como hombre, cualquier cagada que tenga en la cabeza, se termina pelándome al cero.

La verdad es que no me gusta ir a las peluquerías, encuentro aterrador el hecho de salir de ese lugar con un nuevo look, nunca quedo contento de como salgo. Soy un creyente, que el trabajo del peluquero, no se evalúa al momento de salir de la peluquería, o en el momento que te miras al espejo mientras estás pagando, sino unos dos días post peluquería.
Se supone que siempre llevo la idea de cómo quiero que me corten el pelo, también se supone que explico bien, para conseguir ese objetivo, pero lo que es inevitablemente siempre, es mi disconformidad al momento de dar el primer paso, tras la puerta; eso es algo que me pasa, y que al contrario de cómo debería ser, es una sensación que va en aumento.

Lo agradable de ir a una peluquería, es que se pueden leer revistas, de esas que uno no compra, pero que le gustaría comprar, gratis; otra de las cosas que es agradable, es cuando la ayudante te lava el pelo, en esas sillas que tiene como un molde donde tienes que poner el cuello, los rollos son inevitables, pero hay que controlarlos, porque en la posición que uno queda, es fácil salir delatado.

Es una lata depender de terceros, para realizarte un look que deseas, podría ser el pelo como la barba, uno le da el estilo que quiere, y maneja los tiempos como quiere, mal que mal, la barba al contrario del pelo, es menos demorosa en volver a aparecer, en caso de alguna cagada.
Aún no doy con el look que quiero, es probable que pase tiempo hasta encontrarlo, pero mientras , me tendré que reconciliar con mi nuevo corte.


sábado, noviembre 11, 2006

Bebida adicción

La situación se hace crítica, la batalla la estoy perdiendo, es casi imposible remontar; es similar a que esté jugando un partido de fútbol, estemos jugando los descuentos del segundo tiempo, y yo vaya perdiendo cinco a cero, es decir, en teoría aún algo se puede hacer, pero la realidad y en la práctica, ya el partido está perdido. Lo mismo me pasa, con mi amarga batalla contra las bebidas no alcohólicas.
Me he propuesto dejarlas, por una cuestión de conciencia de la gordura que provocan, y también por una cuestión monetaria; no he podido; tal como una mujer, sus encantos se me hacen irresistibles.
Lo preocupante es que ya no disfruto de su sabor, un vaso de bebida, me lo tomo sin respirar, como si nada, y quedo con ganas, ya no disfruto sorbo a sorbo con un hahaaaa final, sino que ahora es un sorbo gigante, que comprende todo el contenido del vaso, pero que aún le queda el hahaaaa final. El placer que me provocaba antes, y que duraba un par de minutos, ahora es un placer que dura menos de 30 segundos. Será que como en una especie de analogía con un eyaculador precoz, me estoy convirtiendo en un disfrutador precoz de un vaso de bebida; francamente, eso sería muy malo.
No discrimino sabores, aunque tengo cierta predilección por la coca-cola ; lo que me interesa es que no sea insípida, como el agua; ese es el único requisito. Para ejemplificar el grado de adicción, comento la siguiente situación; por razones de la vida, una vez, comiendo carne de chancho y tomando mucha bebida, me enfermé de la guata, de esas enfermedades que duran poco y que se solucionan vomitando, pero que te dejan traumatizado; desde ese día, no como chancho y bebida al mismo tiempo; cuando hay asado de cerdo en mi casa, la elección es fácil, no como, la bebida es lo primero.
Si voy a ser guatón, lo seré y lo asumiré, pero tomando bebida.